Así quedó escrito en el código
de la alianza: “No maltratarás ni oprimirás al emigrante, pues emigrantes
fuisteis vosotros en la tierra de Egipto”.
A los hijos de Israel se les
pide recordar lo que fueron –emigrantes maltratados y oprimidos-, para
discernir lo que han de ser: no ciertamente imitadores del Faraón que los
oprimió sino del Señor que los liberó.
Recuerda –se le dice- que fuiste
oprimido y que yo me fijé en la opresión que padecías; recuerda tus quejas
contra los opresores, y que yo las oí; recuerda tus sufrimientos, y que yo no
los ignoré; recuerda que te saqué de aquella tierra de esclavitud para llevarte
a una tierra que mana leche y miel.
Recuerda, Iglesia cuerpo de
Cristo, la gracia que en Cristo se te ha revelado, pues “por el bautismo fuisteis sepultados con
Cristo y habéis resucitado con él, por la fe en la fuerza de Dios que lo
resucitó de los muertos”.
Recuerda que también tú estabas
destinada a la ira, “pero Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que
nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho revivir con
Cristo, nos ha resucitado con Cristo Jesús, nos ha sentado en el cielo con él”.
Recuerda la libertad –libertad
de hijos- que Dios te ha dado en Cristo Jesús.
Si el Señor te dice que
“recuerdes”, tú entiendes que se te pide que “hagas memoria” de sus
misericordias, que “escuches” su palabra, que “revivas” sus maravillas, que,
recibiendo a Cristo, “comulgues” la gracia, la misericordia, el amor, la
resurrección y la libertad que por Cristo se nos han dado.
Recordar, escuchar, comulgar,
es una forma de amar y es una fuente de amor.
Recuerda, escucha, comulga,
para que ames a tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser.
Recuerda, escucha, comulga,
para amar a tu prójimo como a ti mismo, para hacerte prójimo de quienes te
tienen sólo a ti para vivir.
Feliz domingo.
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