lunes, 29 de septiembre de 2014

Una Iglesia que pinta


Se puede leer en RD, en un comentario anónimo a la dimisión del ministro de Justicia D. Alberto Ruiz-Gallardón: «A partir de este momento la Iglesia ya no pinta nada en la sociedad española.» Entiéndase que en esa sociedad la Iglesia ha dejado de "tener importancia o significación".

Si con ello se quiere decir que la Iglesia ha dejado de ser escuchada en las sedes del poder político, no deja de ser una magnífica noticia, pues indica que se han restablecido las debidas distancias entre el evangelio y el poder, distancias que nunca debieron ser acortadas, pues no hay manera de servir al mismo tiempo a esos dos señores.

Que la Iglesia haya dejado de tener poder, entiéndase dominio sobre la sociedad, es una noticia que pone fin a un escándalo, pues el único poder que a la Iglesia le es consonante es el de "expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y toda dolencia".



Ahora, si lo que el escriba anónimo quiso decir es que la Iglesia ha dejado de tener su lugar en la sociedad, está muy equivocado. Siempre estará ahí, pequeña y crucificada, profética y bienaventurada; siempre la encontrarán acogedora los pobres, liberadora los esclavizados, rica de perdón los pecadores. Siempre estará ahí, ella sola, también para las mujeres abandonadas por todos a la tristeza infinita del aborto.

viernes, 26 de septiembre de 2014

Estar en la fila buena

Recuerda las palabras de tu oración: “El Señor es bueno y es recto, y enseña el camino a los pecadores; hace caminar a los humildes con rectitud, enseña su camino a los humildes”.

Mientras las pronunciabas, te situabas discretamente en la fila de los pecadores y pedías, más discretamente aún, ser contado entre los humildes.

Después escuchaste las palabras de Jesús: “Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del Reino de Dios”.

Mientras las escuchabas, pensaste: Está hablando de pecadores, está hablando de los humildes, está hablando de ese hijo que respondió a su padre: “no quiero ir a trabajar en la viña”, pero que después, arrepentido, fue.

Y la esperanza llenó de luz tu corazón al constatar que estabas en la fila buena, en esa que avanza más rápido que las otras hacia las puertas del Reino. ¡El corazón te dijo que Jesús estaba hablando de ti!

Estabas en la fila buena, en la de los humildes, en esa que el apóstol te señala, cuando dice: “Dejaos guiar por la humildad y considerad siempre superiores a los demás… Tened entre vosotros los sentimientos propios de una vida en Cristo Jesús”. ¡La voz entrañable de la fe te decía que la fila buena era la que iba tras los pasos de Cristo Jesús! “Él, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos”.

Ahora ya sabes qué significa eso de “hijo, ve hoy a trabajar en la viña”. El padre te invita a recorrer con el más amado el camino que, bajando, lleva hasta la vida misma de Dios.



Feliz comunión con Cristo.

lunes, 22 de septiembre de 2014

Dios en la humildad de un adverbio

Cada domingo, la comunidad escucha la palabra que se proclama y participa en el misterio que se celebra; la palabra anuncia lo que en el sacramento se realiza. Escuchamos lo que Dios nos dice, de modo que podamos gustar lo que Dios hace en nuestro favor.
Pudiera parecer, sin embargo, que, en esta celebración, los creyentes, además de ser quienes escuchan la palabra, han de ser también quienes se apresuren a cumplir el mandato recibido: “Buscad al Señor… invocadlo… Que el malvado abandone su camino y el criminal sus planes; que regrese al Señor”.
¿De quién se preocupa el profeta? No de Dios, sino del malvado y del criminal. ¿Por qué les dice: «buscad, invocadlo, regresad»? Porque es Dios quien los está buscando, es Dios quien los llama, es Dios quien suplica. ¿Para qué los busca? No pienses que busca restablecer el orden violentado, o afear al criminal su conducta, o humillar al malvado ante la asamblea de los santos; Dios busca a quien salvar, Dios busca al hombre para ofrecerle piedad y perdón, Dios busca al pecador para que viva.
Que es el Señor quien anda atareado en la búsqueda del hombre nos lo ha dicho también el salmista, y unos a otros nos lo fuimos repitiendo como estribillo de nuestra oración: “Cerca está el Señor de los que lo invocan”. No hemos dicho que el Señor es, o que está en todas partes, o que nada se oculta a su mirada; hemos dicho que “está cerca”, y en la humildad de un adverbio de lugar encerramos la grandeza de Dios, su clemencia, su misericordia, su piedad, su bondad, su ternura con todas las criaturas. Por eso su palabra nos dice «buscad al Señor», porque él está cerca, «invocadlo», porque él es clemente y misericordioso.
No pienses, pues, que Dios es quien invita o manda, y tú eres el que se ha de poner a la tarea de hacer lo mandado; cuando él te dice, «búscame», ya se ha puesto a tu lado para que lo encuentres; cuando te dice, «invócame», ya ha entrado en tu corazón para que le hables.
De esta tarea de Dios da testimonio Jesús en el evangelio, cuando habla de aquel propietario derrochador, “que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña… salió otra vez a media mañana… salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde… salió al caer la tarde”. Cuando el propietario dice a los jornaleros: «Id a mi viña»,  él ya «ha ido» a la plaza donde estaban los que necesitaban un jornal. Dios busca a quien dar el salario del día.
El que nos dice: «Buscad», él es el que ya ha salido a buscarnos; el que nos dice: «Id», él es el que ya ha venido a nosotros. Y este misterio de gracia, no es algo que sucedió una vez en el pasado y para otros, sino que es lo que en esta celebración vivimos los creyentes.
Considera esta Iglesia a la que perteneces. Es una comunidad de hombres y mujeres que han salido en busca de Dios, invocan al Señor, piden cumplir en sus vidas la voluntad de Dios; es una comunidad de creyentes que buscan, invocan y piden, porque han experimentado que “el Señor está cerca”, que “el Señor es clemente y misericordioso… bueno con todos… cariñoso con todos”.  Aquí buscamos al que desde siempre nos busca; aquí invocamos al que desde siempre es nuestro auxilio; pedimos al que por entero se nos ofrece antes de que nada pidamos.
Y ahora piensa en la comunión que vas a hacer: Tú te acercarás para recibir a Cristo, abrirás los labios como un niño que se dispone a comer, extenderás la mano como un pobre que espera una limosna; y allí, en Cristo, hallarás que tu Dios se ha acercado a recibirte, se ha hecho alimento para tu comida, se ha hecho tesoro para tu necesidad.

Feliz domingo.