Recuerda las palabras de tu oración: “El Señor es bueno y es recto, y enseña el camino a los pecadores; hace caminar a los humildes con rectitud, enseña su camino a los humildes”.
Mientras las pronunciabas, te situabas discretamente en la fila de los pecadores y pedías, más discretamente aún, ser contado entre los humildes.
Después escuchaste las palabras de Jesús: “Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del Reino de Dios”.
Mientras las escuchabas, pensaste: Está hablando de pecadores, está hablando de los humildes, está hablando de ese hijo que respondió a su padre: “no quiero ir a trabajar en la viña”, pero que después, arrepentido, fue.
Y la esperanza llenó de luz tu corazón al constatar que estabas en la fila buena, en esa que avanza más rápido que las otras hacia las puertas del Reino. ¡El corazón te dijo que Jesús estaba hablando de ti!
Estabas en la fila buena, en la de los humildes, en esa que el apóstol te señala, cuando dice: “Dejaos guiar por la humildad y considerad siempre superiores a los demás… Tened entre vosotros los sentimientos propios de una vida en Cristo Jesús”. ¡La voz entrañable de la fe te decía que la fila buena era la que iba tras los pasos de Cristo Jesús! “Él, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos”.
Ahora ya sabes qué significa eso de “hijo, ve hoy a trabajar en la viña”. El padre te invita a recorrer con el más amado el camino que, bajando, lleva hasta la vida misma de Dios.
Feliz comunión con Cristo.
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